lunes, 12 de noviembre de 2012

PALABRAS DE AUTORES GRECO-ROMANOS SOBRE NUESTRAS ISLAS





LAS ISLAS CANARIAS EN EL MUNDO CLÁSICO

Históricamente, los griegos nunca estuvieron en las Islas Canarias. Al menos así lo demuestran los estudios antropológicos que no han podido descubrir huellas de la presencia en nuestras islas del pueblo heleno. Sí estuvieron cerca los romanos, como lo atestiguan descubrimientos arqueológicos (vasijas, ánforas, etc.). Incluso hay varios autores antiguos que piensan que tres figuras históricas han estado en Canarias: el almirante Cartaginés Hannón, Sertorio y el rey mauritano Juba II.


La parte de nuestra tradición que guarda relación con el mundo clásico, descartados aspectos antropológicos y arqueológicos importantes, se produce a través del mito. En efecto, existe un corpus bastante extenso de relatos mitológicos que conectan nuestras islas con la cultura clásica grecolatina.

Hay varias razones para esta extraordinaria mitologización de Canarias:

- el hecho de ser islas. La isla, para un pueblo rico en islas como el griego, es siempre un lugar privilegiado para el desarrollo de lo exótico y milagroso.

- la existencia de montañas, proclives a desarrollar en su entorno misterios y fenómenos insólitos.

- su situación geográfica en el occidente del mundo conocido entonces. Los “extremos del mundo” son también considerados lugares extraordinarios y míticos por lo que de desconocido encierran.

- el clima y la naturaleza de las Islas. El clima privilegiado que reina en nuestro archipiélago puede constatarse en los textos antiguos.
Los temas míticos que tradicionalmente se relacionan con Canarias son los siguientes:
1.- Campos Elíseos.
           El Elíseo hace su aparición en la literatura en un pasaje de la Odisea como una morada más allá de la muerte, distinta del Hades,  de determinados héroes; más tarde, con el poeta Píndaro, de las almas de los justos y los piadosos. Es un lugar de retiro confortable en el que se goza de absoluta felicidad, al que no llega la muerte, y está situado en una región de la superficie de la tierra.
        Los autores latinos, entre ellos Virgilio, recurren a la variante de Píndaro de los Campos Elisios como residencia de justos y piadosos después de la muerte.
La vaguedad del texto homérico motivó la localización de los Campos Elíseos en variados emplazamientos: islas del Mediterráneo (Rodas, Lesbos,…), Egipto, la Luna y en las islas atlánticas (algunos autores ven en el texto no sólo las Canarias, sino también Madeira y Porto Santo).
Por otro lado, el hecho de que desde Homero  se nos  describa la vega elisíaca como un lugar de vida cómoda y llena de lujos, clima apacible y agradable, tierra fértil, etc. nos lleva a situar este mito en el contexto del locus amoenus o paisaje ideal.  Esta versión es la que se desarrolla en los siguientes fragmentos de Ovidio y Virgilio: prados bellísimos siempre verdes; abundancia de flores variadas; bosques de grandes árboles; riqueza de frutos de toda clase; abundancia de aves, especialmente cisnes, palomas, golondrinas y otras aves de dulce canto; abundancia de perfumes, aire puro, dulzura de los rayos solares que proporcionan una purpúrea luz; ausencia de inviernos y veranos extremos; fuentes de agua cristalina; ausencia de penalidades y una vida llena de encantos y diversiones de todo tipo (ejercicios físicos, coros de danza, música, cantos, banquetes,…)
“A los pies de la colina del Elisio crece un bosque de encinas de oscuro follaje y la tierra, humedecida, verdea siempre por el césped. Si hay que dar crédito a cosas inciertas, aquél es el lugar de la aves piadosas según se dice, adonde les está prohibido entrar las aves siniestras. Allí, en toda su extensión, picotean los cisnes inocentes y el fénix imperecedero, ave siempre solitaria; despliega sus alas también allí el ave de Juno, y la paloma cariñosa da besos al apasionado macho. Acogido el papagayo en esta morada boscosa, atrae con su lenguaje la atención de los pájaros piadosos”
 (Ovidio, Amores, II, 6,49-58)

“Hechas estas cosas, realizada la ofrenda a la diosa, llegaron a unos parajes deliciosos (los Campos Elíseos), a unos verdes prados de unos maravillosos bosques y moradas felices. Aquí el aire puro es más abundante y reviste estos campos con una luz de púrpura; conoce su sol, sus astros. Unos, sobre el césped, se ejercitan en la palestra, compiten en el juego y luchan sobre la dorada arena; otros danzan en sus coros y cantan.” 
(Virgilio, Eneida VI, 637-644)

        Conocer la descripción física de la naturaleza de los Campos Elisios sirve para entender la conexión de estos parajes con el marco geográfico de las islas.

2.- Islas de los Bienaventurados.
El nombre corresponde a la traducción del griego makáron nêsoi que podría entenderse también como "islas de los dioses", pues makaroi "los felices" es una denominación dada a los dioses. El nombre aparece por primera vez en los Trabajos y los Días de Hesíodo y se repite en la segunda Olímpica de Píndaro.
En Hesíodo forma parte de la descripción del mito de las Edades y se refiere a la estirpe de los héroes y semidioses que, en vida, van a residir a unas islas dichosas, fértiles y ricas. En Píndaro, se trata de una sola isla en la que van a residir también las almas que han llevado una vida justa (en tal sentido se confunden con los Campos Elíseos, de modo que en muchos autores aparecen conjuntamente).
        En ambos casos son característicos los elementos del locus amoenus.
        El poeta latino Ovidio, en su obra Metamorfosis, describe también el mito de las Edades, correspondiendo el siguiente pasaje al de la Edad de Oro, la más idílica, en la que era soberano Crono.
La edad de oro fue creada en primer lugar, edad que sin autoridad y sin ley, por propia iniciativa, cultivaba la lealtad y el bien. No existían el castigo ni el temor (...) Sin necesidad de soldados los pueblos pasaban la vida tranquilos y en medio de la calma. También la misma tierra, a quien nada se exigía, sin que la tocase el azadón ni la despedazase reja alguna, por sí misma lo daba todo; y los hombres, contentos con alimentos producidos sin que nadie los exigiera, cogían los frutos (...) Había una primavera eterna y apacibles céfiros de tibia brisa acariciaban a flores nacidas sin simiente. Pero además la tierra, sin labrar, producía cereales, y el campo, sin que se le hubiera dejado en barbecho, emblanquecía de espigas cuajadas de grano. Corrían también ríos de leche, ríos de néctar, y rubias mieles goteaban de la encina verdeante.”

Ovidio, Metamorfosis, I, 89-112

3.- Islas Afortunadas.
Fortunatae insulae  aparece por primera vez en la obra de  Plauto “Las Tres Monedas” y suele considerarse como el equivalente latino de la expresión griega makáron nêsoi.
Hoy es una de las denominaciones del archipiélago. Hay en la denominación dos posibilidades: textos que hablan de lugares míticos o literarios o textos que hablan de las islas por ser ya conocidas. Si son textos del primer tipo se refieren al mito de la Edad de Oro, lugares de total felicidad por el clima, frutos, etc. Tal es el caso de este pasaje del poeta latino Horacio entresacado del Épodo XVI, épodo donde el poeta relata los males que se ciernen sobre Roma durante la guerra civil de Octavio y Marco Antonio, hallando la solución en la huida hacia las tierras en las que reina todavía la Edad de Oro:
 “Nos espera el Océano que fluye en derredor de la tierra: las campiñas, busquemos las feraces campiñas y las islas afortunadas, donde la tierra cada año hace entrega de Ceres sin haber sido arada y sin haberla podado florece siempre la viña: renueva sus brotes también el ramo de olivo gris sin nunca frustrar esperanzas, y el higo morado engalana el árbol en el que nació; mieles manan de la hueca encina. Otras muchas maravillas, además, contemplaremos felices: cómo ni el Euro lluvioso erosiona los campos con aguaceros continuos, ni las fértiles simientes se abrasan en la gleba seca, equilibrando los dos extremos el rey de los celestes moradores.”
(Horacio, Épodo XVI, 42-56)
            Hay un conjunto de autores latinos (Salustio, Pomponio Mela) que citan unas islas atlánticas geográficamente situadas frente a la actual Mauritania, o a lo largo de la costa occidental africana, que con cierta probabilidad pueden referirse a cualquiera de los archipiélagos de esos lugares, como las Azores, Madeira, Canarias, Salvajes, Cabo Verde, etc., aunque seguramente se refieren a nuestras islas.
 
“Situadas enfrente, las Islas Afortunadas abundan en plantas que se crían espontáneamente y con los frutos que nacen sin parar unos tras otros alimentan a sus despreocupados habitantes más felizmente que otras ciudades civilizadas. Una isla es muy célebre por la extraña naturaleza de dos fuentes: los que han probados el agua de la una acaban muriéndose por la risa que les provoca; mas para los afectados por este mal el remedio consiste en beber agua de la otra fuente.”

(Pomponio Mela, Corografía III, 102-103)

            El primer texto antiguo, y el más importante, que con toda seguridad habla de las Islas Canarias con la denominación de Afortunadas es el de Plinio, Historia Natural. El fragmento que incorporamos es un resumen que ofrece el historiador latino del rey mauritano Juba II. Según Plinio, Juba mandó hacer algunas averiguaciones sobre estas islas que él también llamaba Afortunadas, diferenciándolas de otras que llamó Purpurarias, islas que algunos estudiosos han tratado de identificar con Fuerteventura, Lanzarote y sus islotes, aunque probablemente sean las islas marroquíes de Mogador
“Juba averiguó sobre las Afortunadas lo siguiente: que también están situadas bajo el Mediodía cerca del Ocaso 625.000 pasos de las Purpurarias. Que la primera, sin rastro alguno de edificios, se llama Ombrion. Que la segunda se llama Junonia y en ella hay un templecillo construido únicamente con una sola piedra; que muy cerca está la isla menor del mismo nombre y a continuación viene Capraria plagada de grandes lagartos; que a la vista de ellas está Ninguaria que ha recibido este nombre por sus nieves perpetuas, cubierta de nubes; que la más cercana a ésta se llama Canaria por la cantidad de canes de enorme tamaño, de los cuales se trajeron dos a Juba; que en ella aparecen vestigios de edificaciones; que, si bien todas abundan en cantidad de frutas y de aves de toda clase, ésta asimismo abunda en palmeras productoras de dátiles y en piñas piñoneras; que hay también abundancia de miel.”
(Cayo Plinio Segundo, Historia Natural VI, 202-205)

Aunque resulta difícil y arriesgado asignar cada una de las islas citadas por Plinio a las actuales, parece corresponder a ciencia cierta Canaria a Gran Canaria y Ninguaria a Tenerife.

El texto clásico por excelencia de estas Islas Afortunadas es el de Isidoro de Sevilla (s. VII) en su obra Etimologías.


“Las Islas Afortunadas nos están indicando, con su nombre, que producen toda clase de bienes; es como si se las considerara felices y dichosas por la abundancia de sus frutos. De manera espontánea producen frutos los más preciados árboles. Las cimas de las colinas se cubren con vides sin necesidad de plantarlas; en lugar de hierbas nacen por doquier mieses y legumbres. De ahí el error de los gentiles y de los otros poetas paganos, según los cuales, por la fecundidad del suelo, aquellas islas eran el paraíso. Están situadas en el Océano, enfrente y a la izquierda de Mauritania, cercanas al continente de la misma y separadas ambas por el mar.”  
(Isidoro de Sevilla, Etimologías, XIV, 6,8-10)

4.- Jardín de las Hespérides.
Se conoce con el nombre de Hespérides a las descendientes de Héspero, genio del lucero vespertino, por lo cual su nombre significa “Las Occidentales”. Otra versión las considera hijas de Atlas o Atlante, gigante castigado por Zeus a sostener sobre sus hombros la bóveda celeste y convertido en montaña por Perseo después de haber dado muerte a la Gorgona Medusa.

El mítico jardín es otro más de los mitos ubicados en el extremo occidental del mundo antiguo, desarrollado ampliamente en la literatura antigua, y viene a ser un símbolo del paraíso terrenal, de los estados espirituales que corresponden a las estancias paradisíacas.
La búsqueda de unas manzanas de oro, custodiadas por las ninfas Hespérides y el dragón Ladón, es un episodio más de los innumerables que tienen que ver con Heracles, que por mandato de su primo trata de apoderarse de las manzanas que habían sido un regalo a Hera de su madre Gea (la Tierra) con ocasión de su boda con Zeus.

Respecto a lo que pudieron ser las manzanas de oro, ya desde la Antigüedad se barajaron varias interpretaciones. Hoy se sabe que esas mágicas manzanas, también presentes en la tradición de otros pueblos, son un símbolo de inmortalidad o de renovación de la juventud.
El tema del Jardín de las Hespérides es uno de los temas que más se ha puesto en conexión con Canarias porque se identifica el Atlas con el Teide; se equiparan las Hespérides con unas supuestas islas, así llamadas, en el Océano Atlántico; se localiza el famoso jardín en valles canarios, fundamentalmente en el Valle de la Orotava; se identifican las manzanas con algún fruto de estas tierras, como los nísperos.

La primera alusión clara a unas islas atlánticas occidentales como morada de las Hespérides la encontramos en Pomponio Mela. A partir de él otros autores latinos, entre ellos Isidoro de Sevilla, mencionan unas islas Hespérides situadas en la fachada atlántica, frente a las costas marroquíes y mauritanas:

 “Las Islas Hespérides se llaman así por la ciudad de Hespéride, que estuvo en los confines de Mauritania. Se hallan más allá de Las Górgadas, en el límite del Atlántico, hacia donde comienzan los abismos marinos. En sus jardines –según cuentan las leyendas- había un dragón que vigilaba las manzanas de oro. Se dice que allí se origina del mar un estuario tan infructuoso por sus recortadas orillas que quienes lo contemplan desde lejos creen ver los espirales de una serpiente.”         
(Isidoro de Sevilla, Etimologías, XIV,6, 10)                
Es evidente que las islas mencionadas pueden referirse a cualquiera de las islas de esta parte atlántica que se conoce hoy como Macaronesia: Azores, Madeira, Canarias, Salvajes, Cabo Verde,…

 5.- Jardín de las Delicias.
Igual que el Jardín de las Hespérides, el Jardín de las Delicias es  uno de tantos jardines míticos que se encuentran en la literatura antigua, asociado al tópico del locus amoenus.
         El escritor español Isidoro de Sevilla (s. VII d.C.) explica en el  pasaje de su obra Etimologías  el origen de la expresión “Jardín de las Delicias”, producto de la combinación de dos nomenclaturas; fuera ya de este pasaje, explica a la vez por qué se asoció y se creyó erróneamente que el Paraíso estaba en las Islas Afortunadas.
“El paraíso es lugar situado en tierras orientales, cuya denominación, traducida del griego al latín, significa “jardín”; en lengua hebrea se denomina Edén, que en nuestro idioma quiere decir “delicias”. La combinación de ambos nombres nos da “el jardín de las delicias”. Allí, en efecto, abunda todo tipo de arboledas y de frutales, incluso el “árbol de la vida”. De su centro brota una fontana que riega todo el bosque, y se divide en cuatro ramales que dan lugar a cuatro ríos distintos. La entrada a este lugar se cerró después del pecado del hombre. Por doquier se encuentra rodeado de espadas llameantes, es decir, se halla ceñido de una muralla de fuego de tal magnitud, que sus llamas casi llegan al cielo.”
(Isidoro de Sevilla, Etimologías, XIV, 3)
            Algunos autores canarios han querido ver en el famoso cuadro de El Bosco, “El Jardín de las Delicias”, una cierta relación con nuestras islas, dado que en el lado izquierdo del tríptico se representa un drago. Creen que El Bosco pensó en las Islas al representar el Paraíso.
6.-  Atlántida.
        Atlante era en la mitología griega tanto el titán condenado por Zeus a sostener la bóveda celeste, como el primer rey de los atlantes y de la isla de la Atlántida, descrita única y exclusivamente por Platón en el mito que lleva su nombre (diálogos Timeo y Critias).
Platón nos cuenta que en tiempos pasados hubo una guerra entre Atenas y un pueblo que habitaba más allá de las Columnas de Hércules en la isla Atlántida. En ella los atlantes fueron derrotados por los atenienses y, finalmente,  acabaron siendo aniquilados por un cataclismo, del mismo modo que la isla, que acabó hundida en el océano.
Platón presenta la historia de una manera tan ambigua que ha habido interpretaciones para todos los gustos, desde una pura creación poética, una alegoría, hasta una "verdadera historia". Lo más acertado parece situar el mito como un ejemplo de utopía – sueño, una comunidad ideal en un pasado remoto.
Que haya alguna posibilidad de que las Islas Canarias sean un resto de la antigua Atlántida, como se oye incluso ahora de vez en cuando, no es sino un asunto de creencia literaria, sin ningún apoyo histórico, geográfico, científico, etc.

LAS ISLAS CANARIAS EN LA ANTIGÜEDAD.

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Se podría decir que todas las primeras referencias que hacen alusión a las Islas Canarias en la Antigüedad e incluso avanzada la Edad Media tenían su base en la mitología. Muy pocos navegantes fenicios, griegos y romanos llegaron en la época clásica a alcanzar las costas canarias. Las corrientes marinas que fluyen por las islas, no ayudaban para ello porque desviaban el curso de los navíos hacia el mar Caribe -por entonces hacia el final del mundo conocido-. Con ello, los pocos afortunados que lograron regresar acompañaban sus testimonios de un halo de misterio y leyenda.

LA ATLÁNTIDA:

Platón habló de la Atlántida como el pueblo más avanzado de la humanidad, lleno de riquezas y sabiduría. Sus habitantes los atlantes y su capital: Atlantis, coronada por el Templo de Poseidón. Los habitantes del Continente perdido -como también se conoce a la Atlántida-, degeneraron en todo tipo de perversiones con el paso de los siglos y Zeus los castigó en el transcurso de una noche provocando un gran cataclismo por el cual la Atlántida desapareció. Según la Leyenda Canaria, del Continente perdido sólo quedaron visibles sobre la superficie del mar las cumbres de sus montañas que serían las Azores, Madeira, las Islas Canarias y Cabo Verde. Estas islas vendrían a conformar las cumbres de la Atlántida. Pero los templos y sus palacios quedaron debajo de las aguas del océano que tomaría de ella su nombre; el Océano Atlántico. "Hoy sus recios palacios los habitan delfines y las algas tapizan el prado y el vergel..."

Ésta sería una de las leyendas existentes sobre la Atlántida, ya que hay varias teorías en cuanto a la situación final del Continente Perdido.

LOS CAMPOS ELÍSEOS:

En la mitología griega los Campos Elíseos constituían la morada de los muertos, el equivalente al paraíso latino. Homero hablaba de ellos en la Odisea como una tierra donde los hombres vivían dichosamente y donde no se conocía el frío ni la nieve, en el fin del mundo donde tras la muerte van las almas de los héroes y de los virtuosos. Sin duda que la benignidad del clima de los Campos Elíseos, y su situación en "el fin del mundo" (en el mundo conocido de la época) hizo que muchos estudiosos llegaran a identificar las Islas Canarias con los Campos Elíseos.

LA ISLA DE SAN BORONDÓN:

Se trata sin duda de la leyenda más popular entre los canarios. La isla de San Borondón toma su nombre de una derivación del nombre del monje irlandés; Saint Brendan -o Brandan-. (480 - 576 d.c.). Este monje irlandés es el protagonista de una de las leyendas celtas más famosas: el viaje de San Brendano o San Brandano a la Tierra Prometida de Los Bienaventurados. Según el poema irlandés, Brendan era un monje de Tralee, quien en compañía de catorce monjes se internó en el Atlántico a bordo de una frágil embarcación. En su viaje sufrió el acoso de monstruos que vomitaban fuego tan grande como islas. Tras varias peripecias desembarcaron en una isla llena de árboles y cubierta de vegetación. Oficiaron misa y de pronto toda la isla se comenzó a mover, se trataba de una inmensa criatura marina, sobre la cual estaban los monjes irlandeses. Finalmente tras sortear innumerables peligros Brendan consiguió retornar a Irlanda. Posteriormente algunos autores afirmaron la teoría por la cual realmente Brendan había navegado hacia las costas de Norteamérica.

Sin embargo a partir del S.XV, cuando las Islas Canarias son conquistadas comienzan a abundar relatos, que hablan de una octava isla que se podía divisar al oeste del Archipiélago canario. Salen varias expediciones en su busca pero quienes aseguran llegar a verla -algunos incluso llegaron a afirmar que pusieron pie en ella-, siempre relataban que se encuentra envuelta entre brumas y que una vez se acercan a ella desaparece. La Corona de Castilla quería también asegurarse su soberanía y llegaban a redactar tratados en los que se "reconocía la soberanía sobre las Islas Canarias descubiertas y por descubrir". Se realizaron investigaciones oficiales en su búsqueda pero nunca se pudo probar la existencia de la Inaccesible, la Non Trubada, la Encantada, la Encubierta, la Perdida... y otras muchas denominaciones que hacían referencia a la isla de San Borondón. Incluso Leonardo Torriani, ingeniero italiano al servicio de Felipe II llegó a describir sus dimensiones y localización. La isla mediría 480 kms. de largo y 155 kms. de ancho. Además se situaría a 550 kms. de el Hierro hacia el Noroeste y a 220 kms. de La Palma hacia el Suroeste. Sin embargo otros la situaban en el centro mismo entre La Gomera, El Hierro y La Palma.

EL JARDÍN DE LAS HESPÉRIDES:

Según la mitología griega, las Hespérides -en griego, hijas del atardecer- eran las ninfas que cuidaban un majestuoso jardín en un lejano rincón del occidente. En el Jardín de las Hespérides un único árbol o toda una arboleda, daban como fruto manzanas doradas que proporcionaban la inmortalidad. En la mitología, las Hespérides son las tres hijas de Atlas quienes viven en la tierra más occidental del mundo, en unas islas maravillosas en el Océano Atlántico... Las Islas Canarias están situadas en la tierra más occidental del mundo conocido en la época, por ello su vinculación también con el Jardín de las Hespérides. De ahí también se derivó la denominación de las Islas Afortunadas, un término que ha llegado hasta la actualidad.

OCÉANO TENEBROSO:

En la Antigüedad era palpable la creencia de pensar que el Atlántico estaba lleno de gigantescos monstruos que destruían los navíos y devoraban a los tripulantes que se atrevían a aventurarse mar adentro. En cualquier momento se podían suceder tempestades y tormentas o ser engullidos por un gigantesco remolino. El mundo se entendía como un disco plano y navegando en el Atlántico se podría llegar al fin del mundo y precipitarse por sus abismos. Además las corrientes marinas de Canarias desvían los navíos hacia el mar Caribe, y por lo tanto fueron muy pocos los navegantes que en la época antigua llegaron a las costas canarias. Otra teoría indica que fueron los mismos fenicios -grandes comerciantes y marinos- quienes airaban estas leyendas, como grandes conocedores de las costas europeas y del Norte de África con el fin de alejar a posibles competidores de ciertas zonas.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Origen de la mitología

                                                 Origen de la
                                                 mitología.



Estos vídeos te ayudarán a
conocer algunas claves para entender
mejor el significado de las historias y de los personajes de la mitología grecorromana.








Sus mitos han trascendido a lo largo de muchos
siglos llegando hasta nuestros días,
influyendo y perviviendo en varios aspectos de
nuestra cultura.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Frases célebres de Sócrates.

Sócrates.


 
Sócrates fue un filósofo griego considerado como uno de los más grandes de la filosofía universal, también conocido por haber sido maestro de Platón. Creador de la “Ironía socrática”, método que consistía en hacer que el interlocutor descubriese sus errores a través de preguntas que él les hacía fingiendo ignorancia. Cuando la aristocracia comenzó a verle como una amenaza por sus enseñanzas, fue acusado de corrompedor de la juventud y condenado a ingerir cicuta, y aunque tuvo la posibilidad de escapar se decantó por cumplir su pena para no contradecir su propia doctrina.


Escultura de Sócrates, obra de arte romana del siglo I d. C.
 
 
Nombre
Sócrates de Atenas
Nacimiento
Entre 470 y 469 a. C.
Atenas, Antigua Grecia
Fallecimiento
399 a. C
Atenas, Antigua Grecia
 

miércoles, 31 de octubre de 2012

LA MITOLOGÍA GRECORROMANA.



Entramos en un mundo fascinante...

   LA MITOLOGÍA GRECORROMANA.


Pegaso.